Ya sea por la festividad de San Valentín, porque vean alguna escena de una película o porque hayan oído hablar a otras personas sobre ello, nuestros hijos/as en algún momento nos van a preguntar por el amor.
La mejor manera de enseñar a los menores qué es el amor es predicar con el ejemplo. Si los dos papás vivís juntos, no solo sirve tener actitudes cariñosas con los niños/as y sin embargo con el otro progenitor o tutor ser frío, distante o incluso desagradable, ya que los pequeños/as lo notarán.
Hacer cosas para que el otro se sienta bien (ya sea padre, hijo, hermano, pareja o mascota…), dar muestras de cariño, tener detalles, dedicar al otro tiempo de calidad, hacer cosas en armonía conjuntamente y por un objetivo común… Todo esto contribuye a que los menores sientan y perciban el amor. Y también fomentará que repitan esas conductas tanto ahora como en el futuro.
Además de ser su modelo de amor hay otras ideas que podemos poner en práctica para ayudar a nuestros pequeños/as a entender este sentimiento. Os las muestro a continuación:

No es necesario utilizar un lenguaje demasiado enrevesado, técnico ni ambiguo, basta con hablar desde nuestra realidad, nuestro punto de vista, compartir nuestros pensamientos y nuestras vivencias con un lenguaje adaptado a nuestros pequeños interlocutores, ya que no es lo mismo hablar de amor con un niño de cuatro años que con una niña de doce.

Como con todo, también en esto predicar con el ejemplo es la mejor enseñanza. Si nuestro hijo/a ve que nos quedamos toda la noche en vela cuidando de su hermano/a enfermo, si observa que nos preocupamos porque nuestra mascota come poco o porque ha tenido un accidente y todos los días dedicamos parte de nuestro tiempo a hacerle sus curas, o si nos vamos a buscar a un hermano/a, con el que estábamos peleados, para llevarle al médico porque hace unos días tiene un dolor en la espalda, estaremos transmitiendo indirectamente amor por todos nuestros seres queridos. Si nuestro hijo/a nos ha preguntado recientemente por el amor, podemos aprovechar para verbalizar todo esto, mostrándole la relación directa que el amor tiene con valores como el cuidado y la preocupación por los otros, el perdón, etc.

Transmitir a nuestros pequeños/as nuestro amor incondicional por ellos es clave para un desarrollo sano. Nuestros hijos/as han de saber que les amamos por encima de todo. Que nuestro amor no va a variar de intensidad o se va a desvanecer bajo ningún concepto, independientemente de que hagan cosas que no estén bien, no nos gusten o que nos hagan sentir mal. Debemos hacerles entender que una cosa es estar disgustados con ellos y otra muy distinta que nuestro amor sufra alguna variación. Esto que a priori puede resultar sencillo de comprender y de llevar a cabo, en muchas ocasiones no es así. ¿Cuántas veces hemos oído a un padre o madre decirle a su hijo/a «si no haces esto ya no te voy a querer» o expresiones similares? Debemos tratar de evitarlas a toda costa, pues lo único que provocan es confusión, temor, inestabilidad e incertidumbre. Cualquier cosa menos la seguridad que todo niño/a ha de sentir en el seno de su familia. Incluso cuando regañamos a un menor de corta edad, sobre todo si notamos que se pone triste o nervioso ante nuestro enfado, es conveniente decirle algo similar a esto: «yo te quiero muchísimo, pero esto que has hecho no está bien y no me gusta».
Cuando las preguntas sobre el amor se vuelven más complejas
Dependiendo de la edad que tengan los niños/as, las preguntas sobre el amor se pueden complicar, ya me entendéis… Aquí entran todo tipo de interrogantes acerca de la vida en pareja, la separación de los padres, la reproducción, las relaciones sexuales… Lo más importante en estos casos es nunca mentirles, ni inventar historias ficticias como explicación alternativa. No hace falta entrar en muchos detalles, los niños/as no los necesitan ni los entenderían. Solo dar una explicación sencilla pero veraz, desde la tranquilidad, intentando transmitir naturalidad. Esto último es importante repetírnoslo porque, llegado el momento, cuando nos sorprenden con este tipo de preguntas incómodas se puede hacer difícil reflejar naturalidad.
Lo mejor es hacer como con las tiritas, que arrancarlas del tirón duele menos, pero nuevamente cuidando el lenguaje empleado y adaptándolo a la edad del niño/a en cuentión. Además que dar naturalidad a algo que en definitiva lo es, a la larga es más saludable tanto para nosotros como para nuestros hijos/as.

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Eva H. Hernanz
Madrid
mamaevapsicopedagoga@gmail.com