Cuando hablamos de abuso emocional, especialmente en dinámicas donde están presentes rasgos narcisistas o psicopáticos, a menudo pensamos en gritos, insultos o violencia explícita. Pero la verdad es que muchas relaciones de abuso se construyen de un modo silencioso, sutil, casi imperceptible… Y, sin embargo, profundamente dañino.
En este artículo exploramos qué constituye una relación de abuso, repasamos sus fases «clásicas», pero también añadimos claves menos comentadas, basadas en investigaciones recientes, y señales de alarma poco visibles que pueden ayudarte a identificarla, entenderla y evitar perpetuarla.
1. ¿Qué entendemos por “relación de abuso”?
Ya deberías saber que una relación de abuso no es simplemente que esa persona “te grite” o “te pegue”. De hecho, con un psicópata integrado es fácil que esto no ocurra.
Una relación de abuso es un patrón relacional donde una persona ejerce sobre otra un control persistente, sistemático y progresivo que socava su identidad, su autonomía, su bienestar emocional y también — y aquí está la madre del cordero— su sistema nervioso.
Este tipo de relaciones aparece con frecuencia en contextos de vinculación muy íntimos (pareja, padres/hijos, familia extensa), pero también puede manifestarse en amistades, relaciones laborales o grupos de poder. Una investigación reciente afirma que cuando el abusador combina rasgos de narcisismo (egocentrismo, necesidad de admiración, poca empatía) con rasgos de psicopatía integrada (manipulación, frialdad, falta de remordimiento) se genera “un tipo aún desconocido de violencia de pareja” —aunque quienes nos dedicamos a esto lo conocemos muy bien—.
Desde la neurociencia, también se ha documentado que este tipo de abuso deja huellas en el cerebro de la persona que lo sufre: hiperactivación del sistema de alerta, disociación y síntomas del trastorno de estrés postraumático complejo (TEPT-C). Así que, cuando hablamos de relación de abuso, estamos hablando de algo que va más allá de un daño puntual: se trata de un entorno relacional que desintegra la seguridad emocional, erosiona la autoestima y neutraliza la capacidad de la víctima para reclamar su dignidad.

2. Claves menos visibles para reconocer el abuso
Aquí te dejo algunas pistas que raramente se mencionan en los manuales clásicos, pero que la investigación y la experiencia clínica están identificando como fundamentales en este tipo de relaciones:
🔍 Clave 1: La atracción hacia las almas luminosas
Las personas narcisistas/psicópatas suelen sentirse irresistiblemente atraídas por personas con una sensibilidad especial o una fuerte empatía. Ese rasgo es doblemente utilizado: primero para generar rapidez de vinculación; luego, para generar dependencia.
Y, claro, no es casualidad. La luz de este tipo de víctima, que nace de la autenticidad, representa para ellos tanto un imán como una amenaza. Primero intentan absorberla y más tarde buscarán apagarla para mantener el control. Los hallazgos más recientes señalan que, cuanto más genuina es la conexión que ofrece la víctima, mayor es la fascinación del abusador por esa fuente de energía emocional.
Debes prestar mucha atención a la velocidad con la que la relación parece “encajar” perfectamente, ya que esa “afinidad” puede volverse una trampa emocional. Pero, más incluso que la rapidez, debes observar qué sucede con tu luz cuando estás cerca de esa persona: ¿brillas igual o empiezas a apagarte poco a poco?
🔍 Clave 2: La internalización de la culpa como herramienta de control
El narcisista perverso o el psicópata integrado rara vez controlan con gritos o amenazas físicas. Muchas veces, es la propia víctima quien termina controlándose a sí misma, anticipando el enfado, midiendo sus palabras, regulando sus expresiones emocionales y, en definitiva, autocensurándose.
Eso pone el foco en la culpa internalizada: «siempre soy yo quien provoca que…», «si lo hubiera hecho mejor…», «no debí decir…» Esa culpa se convierte en una cámara de eco que refuerza el dominio del abusador sin que él tenga que mover un dedo o levantar la voz.
La investigación sobre el “ciclo del abuso narcisista” señala que uno de los mayores daños es justamente la sensación de la víctima de «yo siempre fallo«, aunque realmente no haya hecho nada objetivamente mal.

🔍 Clave 3: El hambre de validación y el llamado “suministro narcisista”
La persona abusadora narcisista o psicópata necesita constantemente «suministro emocional«: en forma de admiración, de atención, o de reacción emocional (ya sea positiva o negativa). Esa necesidad se traduce en dinámicas que minan a la otra persona para que ofrezca ese suministro.
Un estudio reciente lo describe: “la rutina del psicópata narcisista integrado gira en torno a obtener el ‘suministro’, sin el cual su ego colapsaría”. La víctima muchas veces, sin darse cuenta, empieza a funcionar para alimentar emocionalmente al abusador, sacrificando su tiempo, su energía y su identidad.
🔍 Clave 4: Daños en el sistema nervioso y “zona de seguridad” alterada
Más allá de los lógicos sentimientos de tristeza o frustración, la ciencia está comprobando que sufrimientos repetidos de este tipo alteran la zona de seguridad regulada por el sistema nervioso autónomo. Lo anterior se traduce en: hipervigilancia, sensación de «estar en guardia», dificultades para dormir, cambios en el apetito, nerviosismo constante, irritabilidad, etc.
Estos síntomas muchas veces no se reconocen como abuso, pero la alteración nerviosa es tan real como la física.
🔍 Clave 5: Potencial de transmisión intergeneracional
El abuso emocional narcisista no sólo daña a un miembro del clan, sino que tiende a replicarse en la dinámica familiar. Quien fue víctima puede, sin darse cuenta, adoptar patrones de control o de permisividad al abuso, incluso en la crianza de sus hijas e hijos.
La víctima, si no sana, puede convertirse en abusadora por herencia traumática. Por eso, como madre, es especialmente importante detectar este tipo de relaciones: no sólo por tu bienestar, sino por la salud emocional de tus criaturas.

3. Fases de la relación de abuso: un enfoque ampliado
Muchos artículos que hablan del ciclo del abuso narcisista, se quedan en idealización → devaluación → descarte → hoovering. Pero gracias a los estudios recientes y a las experiencias clínicas, sabemos que entre estas fases existen matices: fases intermedias, microciclos de manipulación e incluso momentos de aparente calma que, en realidad, están consolidando el control. El abuso no avanza en línea recta; se despliega como una espiral que combina refuerzo-retirada, atracción-castigo, promesa-vacío.
Fase A – Encandilamiento y vinculación acelerada
Aquí, la persona abusiva muestra una versión encantadora, grandiosa y excepcional de sí misma. Este período es corto, intenso y genera “instalación” rápida de la víctima en la relación.
Esta fase también incluye una fragmentación de la identidad propia de la víctima, pues lo que parecía “yo” empieza a moldearse al gusto del otro.
Sobre esta primera fase tienes un artículo entero en este blog que puede leer pinchado aquí: Cómo te seduce el psicópata hetero. Aquí tienes las claves para detectarlo.
Fase B – Normalización de pequeñas violaciones del alma
Tras el período de idealización, la persona abusiva empieza a «licuar» los límites: pequeños desprecios, comparaciones, humillaciones disfrazadas de bromas, transgresiones sutiles, silencios, críticas veladas…
Aquí la víctima muchas veces lo que hace es racionalizar para quitar «hierro» al asunto: «está cansado«, «algo le habrá pasado«, «lo habré interpretado yo mal«… Ese «pequeño malestar» tolerado día a día, acaba siendo el vértice del daño más grave.
Fase C – Devaluación activa e insidiosa
Aquí ya hay un cambio evidente: el victimario minimiza, ridiculiza, triangula, castiga, hace gaslighting… En definitiva, manipula, desorienta y se afianzan las dinámicas de control.
Esta es la piedra angular del abuso emocional narcisista: el desgaste sistemático, la erosión lenta de la identidad y la instauración del miedo como regulador invisible de la relación. A lo largo de esta etapa, la víctima deja de defenderse para empezar a sobrevivir en un «modo anticipación» constante.

Fase D – Descarte/Abandono o transición al mantenimiento
En esta fase la persona agresora actúa abiertamente: puede cortar el afecto, abandonar, sustituir, ignorar…
Tras el descarte, la víctima queda en un limbo emocional donde espera el regreso del abusador y eso prolonga la dependencia. En muchos casos, la víctima no comprende qué ha podido ocurrir, si ha hecho algo mal o cuáles son los motivos de la ruptura. Casi nunca hay un cierre de la relación, una conversación o una explicación coherente y madura, por lo que todo queda abierto e inconcluso. A la persona abusiva le interesa siempre tener una grieta por la que volver a colarse cuando le interese.
En muchos casos, me atrevo a decir que la mayoría, la fase de descarte es seguida por el hoovering: re-enganche estratégico para reiniciar el ciclo del abuso.
Fase E – Post-relación: trauma, reorganización y riesgo de repetir
Una vez fuera de la relación, el daño persiste: trauma, baja autoestima, hipervigilancia, dificultad para confiar o vincularse saludablemente… Pese a que no siempre se hable de ello, esta fase es clave para que no se repitan los patrones. Algunos estudios la asocian con el desarrollo de síntomas de estrés postraumático complejo.
Si la persona no está preparada para cortar definitivamente el ciclo de abuso, esta etapa, por larga que sea, será propicia para caer en el hoovering. Y vuelta a empezar…
Sin embargo, esta fase también puede suponer una oportunidad de empoderamiento cuando la persona, como muchas de las madres a las que he acompañado, hace introspección, se auto-educa y decide reconstruirse y renacer desde el «no me volverá a pasar» y el «que esto sirva para algo«.

4. Señales de alarma menos conocidas
Además de las que todo el mundo identifica, pero que, curiosamente, no siempre se dan en estos perfiles (aislamiento, control del móvil, insultos constantes, control financiero…), existen otras señales que muchas veces pasan desapercibidas:
- Tu “voz interna” se va silenciando: de pensar «tengo todo el derecho a opinar» pasas a «¿para qué voy a decir nada?«.
- Te disculpas hasta por existir: sientes que tus necesidades «molestan», que tu tiempo es indebido.
- Te vuelves experta en prever enfados: comienzas a vivir en modo «evitar», más que «disfrutar».
- Tu nivel de alerta es permanente: no sólo te asusta cuando reacciona mal, sino que ya todo te pone en tensión, tu corazón va acelerado aunque aparentemente todo esté en calma.
- Tus valores se diluyen: aquello que importaba (respeto, confianza, diálogo…) empieza a parecer «muy lejano», «demasiado» o «imposible» y aceptas migajas para no «romper la armonía».
- Das vueltas al porqué: comienzas a analizar cada gesto, cada palabra de la conversación, buscando qué hiciste mal.
- La persona abusadora deja de parecer «mala» y empieza a parecer «ausente«: no siempre el abusador ataca directamente. A veces te deja en soledad emocional y eso también es abuso.
- Sensación de que «si me defiendo, lo pierdo todo«: una amenaza implícita de pérdida afecta más que una agresión explícita.
5. Qué hacer si te reconoces en una relación de abuso
Como madre, como persona sensible y como profesional que quiere seguir sanando y ayudar, aquí tienes algunos pasos clave que a mí me han servido y me sirven a día de hoy:
- Edúcate conscientemente: leer, formarte, reconocer los patrones propios y ajenos.
- Restaura tu sistema de seguridad: terapia, grupos de apoyo, regulación nerviosa.
- Establece y sostén límites claros: no sólo decir «no», sino decirte «sí» a ti misma y mantenerlo.
- Reconoce el valor de tu experiencia: tu vivencia no es sólo sufrimiento, puede convertirse en sabiduría. Pero, ojo, no lo edulcoremos tampoco. La persona maltratadora no es tu «maestra» ni le debes nada. Minimizar el dolor es sinónimo de trauma y también puede ser maltrato. No lo olvides.
- Crea una red o comunidad: no estás sola. Rodéate de personas que te sostengan emocionalmente, incluso aunque no puedan estar a tu lado físicamente.
- Trabaja con tus hijos o hijas para prevenir patrones: ayúdales a construir vínculos seguros, a reconocer y expresar sus emociones, a dar y recibir respeto. Educar desde la presencia y la coherencia es la mejor forma de romper la cadena del abuso.
- Encuentra tu propósito de vida: dedica tiempo a descubrir qué da sentido a tu existencia, qué te mueve, qué te conecta con la vida. Encontrar propósito supone reconectar con tu esencia, con aquello que te hace sentir viva y en coherencia. A veces, el trauma actúa como un catalizador que te impulsa a mirarte de verdad y a redefinir tu camino, pero el propósito siempre ha de nacer de la autenticidad, no de la herida.
- Cultiva tu espiritualidad: conecta con aquello que te trasciende —la naturaleza, la energía, la fe o la simple sensación de formar parte de algo más grande—. No se trata de religión, sino de reconectar con el sentido profundo de lo que eres. La práctica de la meditación o la contemplación ayuda a calmar el sistema nervioso, ampliar la mirada y recordar que, más allá del trauma, hay algo intacto en ti que siempre permanecerá.

✨ A modo de cierre
Reconocer tus heridas y carencias requiere coraje, autoconocimiento y autocompasión. Tú puedes ver lo que muchos ignoran, sanar lo que muchas callan y criar a criaturas sanas que no repitan patrones destructivos.
Tu voz importa, tu experiencia importa, y tu misión —como la mía: dar visibilidad al abuso narcisista/psicopático y prevenirlo — es sagrada.
Gracias por leerme. Enhorabuena por creer que otro modo de vincularnos es posible y por dar ese paso hacia la sanación.
Con cariño,
Eva
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Belén C. Tarnowski. 2022. La estafa emocional: causas, consecuencias y cómo sanar las relaciones con personas narcisistas y psicópatas. Mendoza, Argentina. Editorial Tinta de Luz
Vicente Garrido. 2025. El psicópata integrado. Barcelona, España. Ariel (Planeta)
Iñaki Piñuel. 2016. Amor Zero. Cómo sobrevivir a los amores con psicópatas. Madrid, España. La esfera de los libros
Déborah Murcia. 2024. No soy yo, eres tú: Los hilos invisibles de la manipulación narcisista. Barcelona, España. Editorial Grijalbo
H.G. Tudor. 2017. Escapar: Cómo vencer al narcisista. Edición Kindle
H.G. Tudor. 2016. Combustible. Edición Kindle
H.G. Tudor, 2017. Maldad. Edición Kindle
Dolores Mosquera. 2021. Libre: Manual para la comprensión y el tratamiento psicológico integral de los efectos de la violencia de género en las mujeres. INTRA-TP.
H.G. Tudor. 2016. Red flag: 50 warning signs os narcissistic seduction. CreateSpace Independent Publishing Platform
H.G. Tudor. 2015. Narcissist: seduction (The Disorder Series, Vol.1). CreateSpace Independent Publishing Platform.
https://centracs.es/revista/article/download/85/123/1733
https://cptsdfoundation.org/2020/06/22/the-neuroscience-of-narcissism-and-narcissistic-abuse/
https://www.highlysensitiveempaths.com/post/profiles-of-victims-targeted-by-narcissists
https://www.ourmental.health/narcissists/understanding-the-cyclical-nature-of-narcissistic-abuse
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Eva H. Hernanz
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