LOCUS DE CONTROL
El locus de control es un rasgo de personalidad que define a los individuos según la percepción que tienen sobre las causas de lo que les ocurre. O, dicho de otro modo, es la manera en que una persona percibe si el origen de sus propios comportamientos y pensamientos dependen de ella misma o de factores ajenos a ella.
Es decir, una persona con locus de control externo atribuye, principalmente, lo que pasa a su alrededor y su forma de vivirlo, sentirlo o experimentarlo a la suerte, al azar, al destino, al karma, a Dios o a la voluntad de otras personas, pero nunca a sí misma. Por lo tanto, su actitud ante esas circunstancias será mayormente pasiva, pues entiende que no hay nada que ella pueda hacer para cambiar las cosas o para mejorar las emociones o sentimientos que esos hechos le producen. Mientras que una persona con locus de control interno pensará que lo que pasa a su alrededor, especialmente cómo ella lo vive, lo siente o lo experimenta dependen en gran medida de sí misma, de cómo ella lo afronte, de sus capacidades, de las decisiones y de la postura que adopte ante esas circunstancias. De esta forma su actitud ante las cosas que le ocurren será mucho más activa.
Las personas con un locus de control externo:
- Experimentan impotencia y desesperanza con mayor frecuencia ante diversas situaciones.
- Sienten que no son capaces de revertir una situación.
- Atribuyen el éxito a la suerte.
Las personas con un locus de control interno:
- Asumen la responsabilidad de sus propias acciones o de su inacción.
- Confían más en sí mismos ante los retos.
- Son más independientes y felices.

No podemos decidir lo que nos ocurre, pero sí cómo vamos a afrontarlo.
(Locus de control interno)
El locus de control y la felicidad
Una persona con locus de control externo atribuirá la responsabilidad de su felicidad a factores externos: una buena noticia, poder conseguir el trabajo o la casa de sus sueños, tener pareja, que el tendero sea agradable, que le toque la lotería… Del mismo modo culpará de su infelicidad al hecho de recibir una mala noticia, de no tener pareja, de que el tendero sea antipático, de haber discutido alguien, de que no le haya tocado la lotería…
Muchas personas que están pasando por un proceso depresivo experimentan locus de control externo durante dicho proceso, ya que realmente sienten que no hay nada que puedan hacer para salir de esa situación.
Una persona con locus de control interno atribuye su felicidad a sí misma, independientemente de los acontecimientos que ocurran. Es absolutamente innegable que ciertas circunstancias y vivencias (ruptura o separación sentimental, enfermedad o fallecimiento de un ser querido, problemas de salud o económicos…) obstaculizan seriamente la felicidad y el bienestar. Pero sí que está en nuestra mano afrontarlas de forma algo menos negativa. Por supuesto no debemos dejar de ser realistas, NO AL POSITIVISMO TÓXICO. Debemos permitirnos el tiempo que sea necesario para el duelo, pero a su vez es bueno que vayamos haciendo lo que esté a nuestro alcance en cada momento para mejorar o adaptarnos gradualmente a dichas situaciones. Esto nos facilitará el buscar, en los casos en que existan, posibles soluciones a estas circunstancias.
Como se puede deducir de todo lo anteriormente expuesto, lo recomendable es que tengamos un locus de control interno en la mayoría de las ocasiones. Al tener la percepción de que cómo nos influyan los acontecimientos, depende en gran medida de nuestras propias acciones, actitudes y pensamientos, estaremos percibiendo asimismo que tenemos el control de nuestra vida.

EFECTO PIGMALIÓN
El efecto Pigmalión hace referencia a la influencia potencial que una persona puede ejercer sobre el rendimiento de otra. Tiene estrecha relación con la PROFECÍA AUTOCUMPLIDA, que es una predicción que incita a actuar de forma que dicha predicción se cumpla.
Digamos que el efecto Pigmalión es un tipo específico de PROFECÍA AUTOCUMPLIDA: las expectativas que una persona (por ejemplo, un docente) tiene sobre otra influyen en su comportamiento hacia ella, y ese trato termina favoreciendo que la persona actúe de acuerdo con esas expectativas.
Si una criatura nota que creen en ella, se siente valorada, capaz y la animan a conseguir sus objetivos, aumentarán sus probabilidades de éxito. Si, por el contrario, continuamente se le hace entender que es mala, torpe, que no puede o no es capaz, es muy probable que eso acabe siendo cierto.
A veces os forjamos una idea sobre un alumno o alumna y la tratamos en consecuencia, alimentando la PROFECÍA AUTOCUMPLIDA y el llamado efecto Pigmalión. Hay que tener especial cuidado con esto: lo que transmitimos a una criatura que es, influirá directa e irremediablemente en lo que acabe siendo.

INDEFENSIÓN APRENDIDA
La indefensión aprendida hace referencia al comportamiento pasivo de una persona (o un animal) por sentir que es incapaz, que no puede hacer nada para cambiar su situación, tras haberlo intentado anteriormente y no haber obtenido el resultado deseado.
Ante este hecho la persona “aprende” que es inútil realizar cualquier esfuerzo, de modo que dejará de intentarlo. Esto genera, a su vez, un sentimiento de falta de control ante ciertas situaciones, ya que poseerá un locus de control externo. De tal manera, considerará que lo que le ocurre y cómo lo afronta depende de factores ajenos a su persona, razón por la cual siente que no puede hacer nada para cambiarlo. La indefensión aprendida está estrechamente relacionada con las víctimas de maltrato psicológico y abuso narcisista, con el estrés post-traumático complejo que generan estas experiencias, con la depresión, con algunas formas de ansiedad y con otros trastornos que correlacionan la percepción de ausencia de control sobre el resultado de una situación.
Ejemplos de indefensión aprendida
- Si a una criatura, cada vez que tiene un problema, sus padres no le escuchan, no le ayudan o no le apoyan, esa personita aprenderá que es inútil contarle sus problemas a sus figuras de apego, ya que no servirá de nada. De este modo, en algún momento, dejará de hacerlo y de buscar consuelo en su madre y su padre, produciéndose un importante deterioro en la confianza y la comunicación entre ellos.
- Si a una pequeña, cada vez que intenta realizar una acción, tal como trepar por una estructura, su madre, por miedo a que se lastime, le dice frases del tipo: «no lo hagas porque no puedes«, «¿ves? Sabía que te ibas a caer, eres muy pequeña para esto«, «esos niños sí pueden porque lo han hecho más veces, pero tú no sabes«… Probablemente llegará un momento en el que la menor deje de intentarlo.
En este segundo caso, al final se hará realidad la profecía autocumplida (efecto Pigmalión), ya que el niño llegará a creer que no es capaz.
- Si un alumno experimenta que, por más que se esfuerce en una asignatura, no es capaz de aprobar ningún examen, es muy probable que deje de esforzarse, con lo cual, no aprobará.
Pongamos que en este tercer ejemplo la profesora le ha estado diciendo al niño en reiteradas ocasiones que es un vago, que no sirve para estudiar, que no va a llegar a nada en la vida… Al cabo del tiempo estas palabras, junto con la indefensión aprendida de la criatura, acaban confirmando el efecto Pigmalión.
https://www.psicoadapta.es/blog/locus-de-control/
https://www.psicoadapta.es/blog/que-es-la-indefension-aprendida/
https://www.psicoadapta.es/blog/que-es-el-efecto-pigmalion/
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Eva H. Hernanz
Madrid
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