Publicado en Maternidad y crianza

El club de las malas madres

Esta reflexión la escribí hace unos meses inspirada en la lectura del artículo Apegos feroces de Alicia Díaz, que os invito a leer también y que trata, entre otras muchas cosas, de si existe eso que llaman instinto maternal, si el amor materno nace o se hace y qué papel juega la maternidad en nuestra época.

En primer lugar, yo no considero que el amor maternal sea un mito, bajo mi criterio es una realidad como una casa. Si bien es cierto que, debido a los mandatos que esta sociedad mercantilista nos impone, las mujeres estamos sometidas a tanta presión antes y durante el embarazo que luego no es de extrañar que desarrollemos depresiones post parto y otras sintomatologías de mayor o menor envergadura que, por ejemplo, generan cierto rechazo por tu bebé, ya que no sientes por esa criatura eso que te dijeron que debías sentir. O que te producen sensación de estar desbordada, ser una inútil o ser mala madre. Obviamente estas “dolencias” están, además, influenciadas por otros procesos personales y hormonales que entran en juego tras el parto, período al cual tampoco se le dedica la atención y cuidados que requiere. En mi opinión, éstos deberían ser mayores que durante el embarazo. Si quieres leer más al respecto, puedes pinchar en mi artículo Acerca del puerperio. Una maravillosa pesadilla.

Pero ciertamente el amor hacia cualquier ser se construye, independientemente de los lazos de sangre. De hecho, el constructo familia, que hemos santificado, no es garante desgraciadamente de más ni de mejores apegos y quereres… Pero esto es para otro capítulo… O para una enciclopedia. Asimismo yo no quería tanto a mis hijos cuando nacieron como les quiero a día de hoy. Los primeros meses me ocurría que cada día sentía que les quería un poquito más y tenía la sensación de que me iba a explotar el corazón de tanto amor, porque el amor es un proceso vivo, de ahí su magia. Claro que esta es mi experiencia y cada una tendrá la suya, que puede no parecerse en nada.

Al sistema capitalista le interesa que nos etiquetemos, por un lado para que consumamos más (a más etiquetas, mayor consumo) y, por otro, para que nos dividamos entre nosotras y creemos una rivalidades que no deberían existir porque no tienen sentido…

…los seres humanos somos capaces de hacer cosas maravillosas, independientemente de que seamos o no madres. Pero ser madre es una de esas cosas maravillosas que se pueden hacer…

Por otro lado, lo cuento en un primer artículo que escribí justo a propósito de todo esto, Educar con sentido común, creo que hay una puñetera fiebre de la etiqueta muy loca hoy en día. Tenemos que ponernos banderitas porque si no, somos una doña nadie. Y éste es un tema que me quema mucho. Ahora están de moda unos usos y mañana serán otros. Al sistema capitalista le interesa que nos etiquetemos, por un lado para que consumamos más (a más etiquetas, mayor consumo) y, por otro, para que nos dividamos entre nosotras y creemos una rivalidades que no deberían existir porque no tienen sentido: las buenas madres y las madres mediocres. Las de la liga de la leche materna y las que no tienen liga. Las que paren con dolor y las flojas. Las respetuosas y las que no lo son, bla, bla, bla. Si fuésemos más listas que todo eso, más respetuosas con las demás y sus circunstancias, más solidarias y sororas… Quizá estaríamos más cerca de conseguir doblegar a un patriarcado que siempre nos saca dos cabezas de ventaja.

En tercer lugar, los seres humanos somos capaces de hacer cosas maravillosas, independientemente de que seamos o no madres. Pero ser madre es una de esas cosas maravillosas que se pueden hacer. Sin embargo, como lo hacemos nosotras y nosotras podemos con todo, pues venga mierda a la mochila, que podemos cargarla… La feroz y despiadada sociedad que toleramos no está pensada para facilitar, y mucho menos honrar, dicho proceso, más bien todo lo contrario. Pienso en el terrible trance de arrancar de los brazos a un o una bebé de 3 ó 4 meses de los brazos de su mamá, con la promesa de que estará bien, que ella lo pasará peor que la criatura… Y lo único que siento es asco. Por supuesto, como siempre, con todos mis respetos para las profesionales de las escuelas infantiles que trabajan, en términos generales, con gran profesionalidad y vocación. Por no hablar de los vientres de alquiler y el nauseabundo mercadeo que existe con ellos en ciertos países del este…

Sin niñas y niños no hay futuro, eso es así de simple. Y también sin infantes nuestra maravillosa socialdemocracia se desmorona. Pero el capitalismo sólo nos concede lo justo para que saquemos adelante a unas criaturas que cada vez parecen más seres creados en la novela “Un mundo feliz” que lo que son realmente, seres humanos… Bien es cierto que los que manejan los hilos en algunos países europeos como Dinamarca o Noruega, sí parecen estar más interesados en la conciliación y la calidad de vida de sus principales agentes económicos y los vástagos de éstos.

Sin niñas y niños no hay futuro
Sin niñas y niños no hay futuro

Se espera de nosotras que seamos perfectas en todo: mujeres (seres femeninos) perfectas, madres perfectas, parejas perfectas, trabajadoras perfectas… Y simplemente eso es imposible. Porque además los parámetros de esa perfección son -oh, sorpresa- los que el capitalismo, amparado por el patriarcado, dicta y que muchas mujeres hacen suyos, preparando el dedo acusador para señalar a las herejes. “Que si Fulanita no hace colecho. Qué mala madre.” “Que si Menganita hace colecho y anda todo el día con el niño colgado a la teta y, claro, tiene al marido abandonado, pobrecillo. Qué horrible esposa, normal que la engañe.” “Que si Citanita pone por delante la crianza de sus hijas a cualquier otra cosa y no pretende trabajar hasta que las nenas tengan al menos dos años. Qué egoísta y poco profesional.” “Que si Zutanita ha tenido que empezar a trabajar tras la baja de maternidad, porque resulta que en su casa tienen la fea costumbre de pagar las facturas, y le es imposible organizarse para dar pecho o sacarse leche, así que su bebé ya no toma leche materna. Mala madre…” Y así podría seguir y poner cientos de ejemplos… Que digo yo, qué costaría ponerse un puntito en la boca, contar hasta veinte y reflexionar sobre qué puñetas sabemos nosotras de la vida de las demás para juzgar tan alegremente las decisiones ajenas y todo lo que puede haber detrás… Amén de creernos a pies juntillas que la moda en crianza de hoy es la única vía y la mejor.

Se espera de nosotras que seamos perfectas en todo
Se espera de nosotras que seamos perfectas en todo

Educación, información y formación y, a partir de ahí, ya que cada cual elija lo que mejor le funcione, pero sin juzgar a la de al lado. Porque sin estas tres cosas podemos muy guapamente, por ejemplo, caer en la cultura de la crianza positiva mal entendida, en la que una madre que pone normas, regaña o dice “no” es poco menos que un demonio. Pero, claro, qué voy a saber yo de educación ni crianza si sólo soy una mala madre

¿Y vosotras, qué opináis? Me encantaría conocer vuestras opiniones al respecto.

Recordad que podéis seguirme en redes. ¡Saludos!

Eva H. Hernanz

Madrid

mamaevapsicopedagoga@gmail.com

Autor:

Licenciada en Psicopedagogía por la Universidad de Salamanca, Promotora de Igualdad y divulgadora especializada en educación infantil, alta sensibilidad, educación emocional y maltrato.

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